Origen del camote de Puebla: un dulce con sabor a historia
En el siglo XX, los camotes se establecieron como un ícono de la repostería poblana.

El camote de Puebla es más que un simple dulce; es un símbolo de tradición y cultura que ha perdurado a lo largo de los siglos. Este delicioso postre, con su característico sabor y textura, ha conquistado paladares tanto locales como internacionales. Pero, ¿cuál es la historia detrás de este manjar? Descubre cómo un humilde tubérculo se convirtió en uno de los dulces más emblemáticos de México.

Orígenes del camote de Puebla
El camote de Puebla tiene sus raíces en la época colonial, específicamente en los conventos de la región. Según relatos históricos, las monjas del convento de Santa Clara fueron las primeras en experimentar con el camote, un ingrediente accesible y versátil. Según la leyenda, una joven novicia, en un momento de creatividad, combinó diversos ingredientes para preparar un dulce especial para el obispo. El resultado fue tan delicioso que rápidamente ganó fama, dando lugar a los renombrados Camotes de Santa Clara.
Proceso de elaboración del camote
La preparación del camote de Puebla es un arte que ha sido perfeccionado con el tiempo. La pulpa del camote se cocina con almíbar hasta espesar, y a menudo se añade piña para un toque extra de dulzura. Una vez cocida, la mezcla se deja enfriar y se moldea a mano, dándole su forma característica. Luego, se deja secar al sol y se baña en almíbar, formando una ligera costra blanca. Este proceso meticuloso asegura que cada camote tenga un sabor y textura inigualables.
En el siglo XX, los camotes se afianzaron como un icono de la repostería poblana. Su comercialización en el Centro Histórico de Puebla y la costumbre de los vendedores ambulantes con sus distintivos silbatos los convirtieron en un emblema de la ciudad. Actualmente, los camotes se elaboran en variados sabores como piña, fresa y limón, manteniendo siempre la receta tradicional que ha perdurado a lo largo de las generaciones.
El camote de Puebla no solo es un dulce delicioso, sino también un testimonio de la rica historia y cultura de México. Desde sus humildes orígenes en los conventos coloniales hasta su popularidad actual, este dulce ha dejado una marca indeleble en el paladar de quienes lo prueban.